Bodegas de la DO Ribera del Duero

Tuesday, September 21, 2010


Chile-Argentina
Bodegas de Argentina vistas por ojos chilenos

Argentina y Chile son ya - no caben dudas - dos de los principales productores emergentes dentro del concierto mundial de vinos. Con la balanza a favor del país del Plata respecto a la cantidad de hectáreas en producción, Chile sin embargo cuenta con una dinámica empresaria que lo erige como exitosa potencia exportadora, aunque un flaco mercado interno (el consumo per cápita es notablemente inferior al de Argentina) le expone siempre a los dictados del comercio exterior. También una gran concentración separa a Chile de Argentina: la chilena Concha y Toro es el tercer conglomerado vitivinícola del mundo, en tanto al otro lado de los Andes, son más de mil las empresas que se dedican a la producción; trescientas de ellas exportan: un número superior a las empresas vinícolas exportadoras de Chile. Otro detalle los emparienta: Chile utiliza el Carmenere como variedad insignia; Argentina el Malbec, aunque con la suerte inclinada por los resultados al este de Los Andes, dónde también tienen en reserva otras cartas como el Bonarda (Sebastián Zuccardi es el creador de un espumoso - "Alma 4" - con esta cepa, que es un encanto) que puede producir mucho ruído y un blanco casi exclusivo: el Torrontés, de los pagos de Salta. Ambos esperan turno. Explicado esto, vayamos a conocer qué opina y cómo presenta el medio mas importante de Chile a las bodegas del otro lado de la frontera (en la foto de a rriba, Sebastián y José Alberto Zuccardi, de Bodegas Familia Zuccardi), gracias a esta nota aparecida el lunes en la Revista del Campo del Diario El Mercurio (Redación Diario del Vino).

"Este año rondarían los US$ 800 millones en exportaciones. Su fortaleza son las viñas pequeñas, la buena imagen país y la suavidad del malbec. Sin embargo, los costos se están disparando y se cuestiona su dependencia en su cepa estrella".
Eduardo Moraga Vásquez, Mendoza, Argentina.

Durante un par de minutos el sol golpea inclemente la cara de José Spisso. A principios de septiembre, atardece en la sala de cata de la viña O.Fournier y la cordillera de los Andes, finalmente, termina por ocultar al astro rey. Spisso, con un acento a medio camino

entre el porteño y el chileno, no para de hablar de su tema favorito: cómo Argentina se convirtió en la nueva niña bonita del mundo del vino. "El salto en calidad es notable. Hace diez años probabas 50 vinos argentinos y 20 tenían defectos; mientras que ahora, es muy difícil que eso suceda", exclama Spisso, enólogo jefe de O. Fournier. La noche comienza a caer sobre la bodega, una enorme y estilosa construcción, y todos los empleados ya se retiraron. A 1.100 metros de altura, en el valle de Uco, a una hora y media al sur de Mendoza, la silenciosa bodega grita que hay una nueva Argentina, no sólo con botellas de m

ejor calidad, sino con viñateros dispuestos a colocarla entre los grandes actores mundiales (Enólogo José Spisso de Viña O. Fournier).


Es que el horno está para bollos al otro lado de la cordillera. Las exportaciones, que hasta el 2000 eran irrelevantes, se espera que rasguñen los 800 millones de dólares. Mientras tanto, críticos como Jay Miller, mano derecha de Robert Parker para los vinos del cono sur, se rinden a los pies del malbec. Miller otorgó 99 puntos al Cobos Malbec 2006. En Chile, ese salto, a nadie deja indiferente. Sorpresa causa el éxito trasandino en conquistar EE.UU., el mercado en que las viñas chilenas han tenido históricamente un desempeño mediocre, y que hayan logrado un precio promedio por caja más alto el que consiguen los vinos de este lado de la cordillera. Sin embargo, otros apuestan a que el boom argentino se frenará rápido, una vez que el malbec canse a los consumidores. La realidad, eso sí, es mucho más compleja. Es un error hacer pronósticos sobre hacia dónde va Argentina extrapolando la realidad chilena. Por cultura de negocios y mentalidad, los trasandinos están forjando un estilo propio a la hora de salir a competir por los mercados internacionales. "En Mendoza hay mucha energía. Por lejos, es el lugar más activo de Sudamérica en el negocio vitivinícola", afirma Pedro Parra, consultor chileno de terroir.


Atendido por su dueño

José Zuccardi posa para una foto, luego para otra y otra más. Al final, es difícil llevar la cuenta. Son una decena de brasileñas de mediana edad, integrantes de un grupo de amantes del vino de Porto Alegre, que rodean al dueño de Bodega Familia Zuccardi, una de las exportadoras más grandes de Argentina. En el jardín se da tiempo para conversar con las turistas. Les pregunta de dónde son y qué hacen en Brasil. Cuándo una de ellas dice que sus abuelos eran italianos, José se lanza a contar la historia de sus ascendientes "tanos". Pasan cinco, diez minutos y la conversación sigue. Zuccardi marca un rasgo típico de las viñas trasandinas. Comparadas con la escala chilena, hasta las más grandes de ese país parecen a lo más, medianas. La empresa de Zuccardi, por ejemplo, luego de duplicar sus ventas en los últimos cinco años, produce dos millones de cajas. Para tener un punto de comparación, sólo la línea Casillero del Diablo de Concha y Toro vende cerca de tres millones de cajas. La menor escala trasandina se traduce en que la mayoría de las viñas son, casi como un aviso publicitario, atendidas por sus dueños. "A diferencia de Chile o Australia, acá no hay concentración. Existe un espíritu artesanal, con muchas bodegas que exportan volúmenes no muy grandes. Eso beneficia al país, porque los consumidores pierden el interés por los vinos que son sólo proyectos industriales", afirma José Zuccardi. Las cifras oficiales hablan de cerca de mil cien viñas activas en Argentina. De ellas exportan sólo 300. "Los argentinos no nos ponemos de acuerdo. La industria del vino esun reflejo de esa cultura. Cada uno cree que puede hacer un proyecto único e interesante. La verdad es que hay bastantes de esos emprendimientos que no tienen sentido, pero también hay algunos buenos. Ese espíritu fomenta la creatividad y es nuestra gran fortaleza como país", afirma Santiago Achaval, el socio cordobés de Achaval Ferrer, una bodega ícono trasandinas.

El espejo chileno

La creatividad no sería productiva si años antes no se hubiera producido un salto en la calidad. Y ahí el ejemplo chileno fue muy relevante. A mediados de los noventa, el crecimiento exportador de este lado de los Andes, asociado a nuevas tecnologías y estilos enológicos abrieron los ojos de los profesionales argentinos. "Teníamos una mala calidad, por eso los enólogos nos pusimos a trabajar. Nos juntamos en grupos masivos a evaluar nuestros vinos. Tener a decenas de personas diciéndote que tu vino es malo era duro. Sin embargo, fue un impulso para que los enólogos evolucionaran y que los dueños de las bodegas los apoyaran con inversiones", recuerda José Spisso. El nuevo momento pasó, sin embargo, inadvertido para el resto del mundo. La conversión fija de un dólar a un peso argentino desincentivaba la exportación. La crisis económica de 2001, que mult
iplicó por tres el precio de la divisa norteamericana, no sólo hizo viable salir a vender al exterior, sino que lo convirtió en un excelente negocio.

Efecto Tango-Maradona

El despertar exportador tuvo dos grandes aliados: el malbec y la imagen de Argentina. El malbec es una cepa que al otro lado de los Andes genera vinos suaves, simples y agradables. De ahí el éxito entre los consumidores norteamericanos, que a la altura del cambio de milenio ya comenzaban a estar saturados por los potentes shiraz australianos. "El malbec es un vino que, en los niveles de varietal, funciona muy bien con consumidores educados con una comida de sabores más suaves y dulces", reconoce Alejandro Vigil, enólogo jefe de Catena Zapata, una de las mayores bodegas argentinas. La apertura internacional, además, estuvo aupada por la imagen de Argentina. La asociación con pasión, sensualidad y espíritu gozador, que se demuestra desde el tango hasta el fútbol, les da a los viñateros un plus a la hora de vender sus vinos, a pesar de que La Boca y La Bombonera estén a más de mil kilómetros de Mendoza.

Suben los costos

En el espectacular despegue argentino, sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Amenazas como el alza de los costos y la posibilidad de que los consumidores se saturen con el malbec marcaran el futuro.

El súbito crecimiento de las exportaciones y la atomización de la oferta y demanda por uva están generando más de un dolor de cabeza en Mendoza. En Argentina no existe el "efecto Concha y Toro", actor dominante en Chile que con su lista de precios por materia prima fija, de facto, los precios del resto de la industria. La libre puja entre las bodegas trasandinas, sumada a la presión de nuevos actores por exportar generan una importante inflación de la uva vinícola. En Mendoza se habla de alzas de 30% anual en los costo considerando materia prima y mano de obra.

De paso, la inflación mendocina explica por qué las exportaciones de vino a granel argentino cayeron 10% el año pasado, mientras que en Chile subieron un 15%. A niveles de precios muy bajos Argentina no es competitiva.

De hecho, en Mendoza se habla de precios en torno al dólar el kilo para uva de mediana calidad. Con ese costo, las cajas que se venden a menos de 30 dólares difícilmente entregan ganancias. A pesar de que los viñateros argentinos tienen un valor promedio por caja más alto que Chile, los costos recortarán seriamente su capacidad de competir en el futuro.

"Antes era un negocio en que se ganaban fortunas, ahora es uno con márgenes razonables. Al final, el mercado va a operar y corregirá el desequilibrio actual", afirma Santiago Achaval.

En palabras simples, o los agricultores aterrizan sus precios o en los próximos años se verán a bodegueros cerrar sus cortinas y a la industria iniciar un proceso de concentración.

Malbec dependencia

Un segundo elemento en que las bodegas comienzan a poner el acento, por lo menos las más orientadas a la exportación, es en ampliar su oferta. Las mismas razones del éxito del malbec, su suave frutosidad y simpleza, amenazan con convertirse en un handicap.

"Parte de la razón por la que los malbec son tan populares es que no son desagradables. Su consistencia es su virtud, especialmente para gente que no aprecia ser sorprendida o desafiada por un vino", escribió hace unos meses el influyente periodista Eric Asimov en el New York Times.

En palabras simples, para un consumidor común y corriente la cepa está bien. Sin embargo, entre los bebedores más exigentes se vuelve aburrida. El problema para los bodegueros es que ese nicho de personas anticipa las nuevas tendencias de consumo.

"Entre los bodegueros y enólogos el futuro del malbec es un tema que se discute cada vez más", reconoce Sebastián Zuccardi, gerente agrícola de Familia Zuccardi.

Claramente, los bodegueros tienen que reinventar su oferta. Las posibilidades son dos, ampliar las cepas para salir de la "malbec dependencia" y/o trabajar diferentes terroir para mostrar malbecs con diversas características.

"En el caso del malbec, les falta sacarle más partido a la geología. Hasta ahora casi todos los viñedos están plantados en zonas aluviales, con piedras redondas de río", afirma Pedro Parra.

Sin embargo, en Mendoza tienen una mirada positiva frente a los desafíos que se vienen.

"Hay un potencial muy importante en cabernet sauvignon, syrah y bonarda. Podemos sacar vinos únicos, distintos, pues tenemos la única viticultura continental del mundo, todo el resto tiene influencia marina. Además, hay una extensa cordillera por explorar, con zonas que darán que hablar como Gualtayary, en Tupungato, o Fiambalá, en Catamarca", remata un optimista Alejandro Vigil.


Wine Advocate, de Robert Parker, otorgó 99 puntos a un malbec de la bodega Cobos, el máximo nivel logrado por una viña de Sudamérica.


Los costos de producción ya superan a los de Chile y la rentabilidad de las bodegas se deteriora.


La mirada chilena

A pesar del avance de Argentina, en Chile todavía las alarmas no se encienden. El argumento de los viñateros es que el fuerte crecimiento de sus exportaciones es natural en una etapa de apertura al exterior. "Lo mismo sucedió en su momento con Australia. Esa tasa de crecimiento no es sostenible en el tiempo", afirma Mario Pablo Silva, gerente general de la viña Casa Silva.

El viñatero lo ve como un impulso para Chile. "Para crecer como industria es positivo tener un competidor bueno al lado, que te obliga a mejorar permanentemente. Además, tenemos a nuestro favor la estabilidad del país, que asegura el cumplimiento de los compromisos con los importadores, y la amplia diversidad geográfica. En todo caso, juntos posicionamos al Cono Sur como un área prod
uctora de vinos interesantes", explica Mario Pablo Silva.

Créditos: Fotos Gentileza de El Mercurio de Santiago de Chile

22 de septiembre de 2010

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