Chile-Argentina
Bodegas de Argentina vistas por ojos chilenos
"Este año rondarían los US$ 800 millones en exportaciones. Su fortaleza son las viñas pequeñas, la buena imagen país y la suavidad del malbec. Sin embargo, los costos se están disparando y se cuestiona su dependencia en su cepa estrella".Eduardo Moraga Vásquez, Mendoza, Argentina.
Durante un par de minutos el sol golpea inclemente la cara de José Spisso. A principios de septiembre, atardece en la sala de cata de la viña O.Fournier y la cordillera de los Andes, finalmente, termina por ocultar al astro rey. Spisso, con un acento a medio camino
entre el porteño y el chileno, no para de hablar de su tema favorito: cómo Argentina se convirtió en la nueva niña bonita del mundo del vino. "El salto en calidad es notable. Hace diez años probabas 50 vinos argentinos y 20 tenían defectos; mientras que ahora, es muy difícil que eso suceda", exclama Spisso, enólogo jefe de O. Fournier. La noche comienza a caer sobre la bodega, una enorme y estilosa construcción, y todos los empleados ya se retiraron. A 1.100 metros de altura, en el valle de Uco, a una hora y media al sur de Mendoza, la silenciosa bodega grita que hay una nueva Argentina, no sólo con botellas de m
ejor calidad, sino con viñateros dispuestos a colocarla entre los grandes actores mundiales (Enólogo José Spisso de Viña O. Fournier).
Es que el horno está para bollos al otro lado de la cordillera. Las exportaciones, que hasta el 2000 eran irrelevantes, se espera que rasguñen los 800 millones de dólares. Mientras tanto, críticos como Jay Miller, mano derecha de Robert Parker para los vinos del cono sur, se rinden a los pies del malbec. Miller otorgó 99 puntos al Cobos Malbec 2006. En Chile, ese salto, a nadie deja indiferente. Sorpresa causa el éxito trasandino en conquistar EE.UU., el mercado en que las viñas chilenas han tenido históricamente un desempeño mediocre, y que hayan logrado un precio promedio por caja más alto el que consiguen los vinos de este lado de la cordillera. Sin embargo, otros apuestan a que el boom argentino se frenará rápido, una vez que el malbec canse a los consumidores. La realidad, eso sí, es mucho más compleja. Es un error hacer pronósticos sobre hacia dónde va Argentina extrapolando la realidad chilena. Por cultura de negocios y mentalidad, los trasandinos están forjando un estilo propio a la hora de salir a competir por los mercados internacionales. "En Mendoza hay mucha energía. Por lejos, es el lugar más activo de Sudamérica en el negocio vitivinícola", afirma Pedro Parra, consultor chileno de terroir.
Suben los costos
En el espectacular despegue argentino, sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Amenazas como el alza de los costos y la posibilidad de que los consumidores se saturen con el malbec marcaran el futuro.
El súbito crecimiento de las exportaciones y la atomización de la oferta y demanda por uva están generando más de un dolor de cabeza en Mendoza. En Argentina no existe el "efecto Concha y Toro", actor dominante en Chile que con su lista de precios por materia prima fija, de facto, los precios del resto de la industria. La libre puja entre las bodegas trasandinas, sumada a la presión de nuevos actores por exportar generan una importante inflación de la uva vinícola. En Mendoza se habla de alzas de 30% anual en los costo considerando materia prima y mano de obra.
De paso, la inflación mendocina explica por qué las exportaciones de vino a granel argentino cayeron 10% el año pasado, mientras que en Chile subieron un 15%. A niveles de precios muy bajos Argentina no es competitiva.
De hecho, en Mendoza se habla de precios en torno al dólar el kilo para uva de mediana calidad. Con ese costo, las cajas que se venden a menos de 30 dólares difícilmente entregan ganancias. A pesar de que los viñateros argentinos tienen un valor promedio por caja más alto que Chile, los costos recortarán seriamente su capacidad de competir en el futuro.
"Antes era un negocio en que se ganaban fortunas, ahora es uno con márgenes razonables. Al final, el mercado va a operar y corregirá el desequilibrio actual", afirma Santiago Achaval.
En palabras simples, o los agricultores aterrizan sus precios o en los próximos años se verán a bodegueros cerrar sus cortinas y a la industria iniciar un proceso de concentración.
Malbec dependencia
Un segundo elemento en que las bodegas comienzan a poner el acento, por lo menos las más orientadas a la exportación, es en ampliar su oferta. Las mismas razones del éxito del malbec, su suave frutosidad y simpleza, amenazan con convertirse en un handicap.
"Parte de la razón por la que los malbec son tan populares es que no son desagradables. Su consistencia es su virtud, especialmente para gente que no aprecia ser sorprendida o desafiada por un vino", escribió hace unos meses el influyente periodista Eric Asimov en el New York Times.
En palabras simples, para un consumidor común y corriente la cepa está bien. Sin embargo, entre los bebedores más exigentes se vuelve aburrida. El problema para los bodegueros es que ese nicho de personas anticipa las nuevas tendencias de consumo.
"Entre los bodegueros y enólogos el futuro del malbec es un tema que se discute cada vez más", reconoce Sebastián Zuccardi, gerente agrícola de Familia Zuccardi.
Claramente, los bodegueros tienen que reinventar su oferta. Las posibilidades son dos, ampliar las cepas para salir de la "malbec dependencia" y/o trabajar diferentes terroir para mostrar malbecs con diversas características.
"En el caso del malbec, les falta sacarle más partido a la geología. Hasta ahora casi todos los viñedos están plantados en zonas aluviales, con piedras redondas de río", afirma Pedro Parra.
Sin embargo, en Mendoza tienen una mirada positiva frente a los desafíos que se vienen.
"Hay un potencial muy importante en cabernet sauvignon, syrah y bonarda. Podemos sacar vinos únicos, distintos, pues tenemos la única viticultura continental del mundo, todo el resto tiene influencia marina. Además, hay una extensa cordillera por explorar, con zonas que darán que hablar como Gualtayary, en Tupungato, o Fiambalá, en Catamarca", remata un optimista Alejandro Vigil.
Wine Advocate, de Robert Parker, otorgó 99 puntos a un malbec de la bodega Cobos, el máximo nivel logrado por una viña de Sudamérica.
Los costos de producción ya superan a los de Chile y la rentabilidad de las bodegas se deteriora.
El viñatero lo ve como un impulso para Chile. "Para crecer como industria es positivo tener un competidor bueno al lado, que te obliga a mejorar permanentemente. Además, tenemos a nuestro favor la estabilidad del país, que asegura el cumplimiento de los compromisos con los importadores, y la amplia diversidad geográfica. En todo caso, juntos posicionamos al Cono Sur como un área productora de vinos interesantes", explica Mario Pablo Silva.
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